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La historia de Blanca, la ‘reina’ de las calcomanías urbanas

Una vendedora ambulante que en los años 70 creó los famosos cartelitos: ‘Hoy no fío, mañana tampoco’
A sus 66 años, Blanca de Hernández, pionera de la calcomanía urbana en Bogotá, continúa con la tradición de la frase pegachenta, aquella que les advierte a los clientes de centenares de tiendas de la ciudad que «el que fía no está».
La señora, junto a su esposo, José Augusto Hernández, crearon, sin darse cuenta, la cultura urbana de las curiosas calcomanías, que en los últimos 40 años invadieron mostradores, puertas de baños y ventanas de buses, busetas y colectivos.
El negocio empezó en 1973, cuando Blanca y José Augusto vendían los pequeños cancioneros con las letras de artistas en furor como Julio Iglesias, Leo Dan, Menudo y Claudia de Colombia.
«También estaban de moda los afiches de Sandro y de Vicente Fernández que promocionábamos en los andenes de la calle 13 con 13», recuerda Blanca, mientras atiende a una señora que acaba de pedir una calcomanía de la Virgen de Santa Marta para regalársela a su novio, recluido en el patio 2 de la Cárcel Nacional Modelo.
Ahí, en el puesto callejero, alguna vez llegó un tendero del sector cansado de fiarle a la gente y que luego no le pagaran. «Nos pidió un letrero que pudiera pegar en una vitrina para que las personas supieran de antemano que él no le fiaba a nadie, y así nació la popular frase ‘No fío’ «, cuenta Blanca.
Después, el negocio empezó a coger alas. Vinieron entonces las calcomanías para los buses: «Timbre una sola vez», «Si sigue timbrando lo sigo llevando», y todo ese arsenal de modelos que adornan buseta que se respete.
«Las primeras para buses fueron las de las espectaculares águilas gringas, el Divino Niño, la Virgen María y la lengua de Kiss», agrega Germán Hernández, hijo de Blanca y heredero de esta pasión de goma.
Actualmente, Blanca despacha su mercancía de pegar en un local de la carrera 10a. con carrera 1a., identificado con un singular nombre: El mundo fantástico de la calcomanía.
Blanca no olvida los tiempos en los que el producto se hacía de manera casi artesanal, nada que ver con las impresoras de hoy.
«La impresión digital mató a las calcomanías de verdad, las de agua», sostiene, nostálgica.
Libros, Bristol y adhesivos
El negocio de las calcomanías se ha diversificado con los años. Empezó con imágenes religiosas y les dio paso a los escudos de los equipos de fútbol y los letreros con las tarifas de los buses. Luego vino el libro popular, que Blanca también trabajó con títulos clásicos como ‘El arte de hacer el amor’, ‘El moderno diccionario de los sueños’ y el Almanaque Bristol. Este último, por estos días, es uno de los más vendidos en el local de Blanca, al igual que los calendarios escolares.
Fuente: Eltiempo.com

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