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La responsabilidad social no es un truco de marketing

Ha transcurrido mucho tiempo desde que sólo las compañías globales contaban con un departamento de responsabilidad corporativa en representación de si mismos. El conjunto de valores que encierra la RSC, que aún suena de primeras a una tendencia de gestión globalizada, puede ser la piedra base sobre la que edificar la cultura corporativa, con los seres humanos realmente en su núcleo, siempre que sea abrazada por toda la compañía.

“La responsabilidad social no es un truco de marketing usado para decorar la apariencia de la compañía” dice Dr. Richard Piock, presidente del consejo de administración de Durst Phototechnik AG. “Debe reflejarse en la cultura del día a día que impregna a toda la plantilla.

Esto solo es posible si el conjunto de valores que la firma se ha dado a sí misma es apoyado por todo el mundo de la compañía y no es sólo algo impuesto por la dirección”.

El concepto de “responsabilidad social corporativa” se originó en el mundo anglosajón, donde, en los años ́90, la gestión corporativa sostenible social y medioambiental fue fusionada en un enfoque holístico. El pensador progresista Archie B. Caroll formuló un modelo piramidal de cuatro niveles, que parte de una posición económica sana que significa “ser rentable”, junto a necesidades adicionales en una compañía, incluyendo “Obedecer la ley”, “Actuar éticamente” y “Ser filantrópica”.

La Unión Europea presentó la primera guía oficial para el área de la EU en 2011 en un ́green paper`, “promocionando un marco europeo para la responsabilidad social corporativa”. El concepto, por supuesto, tiene raíces más profundas, como las que se originan en el “Modelo de un mercader honorable” ya familiar en la época medieval y su subsecuente, y aún mayor, desarrollo durante la revolución industrial. Empresas importantes de los siglos XVIII y XIX intentaron mejorar las condiciones de trabajo y de vida de su personal. Las ciudades modelo para trabajadores, como la de Proviantbach, próxima a la fábrica industrial algodonera e hiladora de tejidos de Augsburg, que todavía hoy mantiene su estatus de monumento protegido, son prueba de ello.

Fuente: http://www.durst-online.com

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