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La resurrección de los textileros

La industria textil colombiana ahora está más centrada en tecnologías ecológicas y en la fabricación de lotes pequeños. Se ha vuelto más competitiva y puede encarar la competencia china. ¿Qué pasó? Opinan Paula Trujillo, de Inexmoda, Adolfo Botero de Comertex y Álvaro Hincapié de Enka.

Los periódicos colombianos estuvieron llenos de historias de dificultades en la industria textil y de confecciones. Ahora los titulares tienen que empezar a cambiar. De un lado porque estos meses han sido muy buenos para las ventas domésticas de la industria. Diciembre fue extraordinario y enero, que generalmente es lento en las primeras semanas, despegó en 2011 con una fuerza que sorprendió a los fabricantes. Pero, quizás más importante, porque los empresarios finalmente encontraron un nicho que les permite competir contra la enorme amenaza de la China.

La directora de Competitividad e Internacionalización de Inexmoda, Paula Trujillo, considera que la industria alcanzó en Colombia un punto de inflexión que centró la actividad textil en tecnologías más ecológicas.

«En 2005 hubo un cambio de piel en la industria», sostiene. En ese momento, dice, se entendió que no se podía seguir pensando en hacer grandes volúmenes de producción y el énfasis se movió hacia la producción ‘premium’, de lotes pequeños, en los que se requiere perfección absoluta.

Adolfo Botero, presidente de Comertex y de la Cámara Textil Confecciones de la Andi, coincide en que la industria se transformó. «La industria ha cambiado muchísimo. Hace 10 años las fábricas hacían toda la gama de telas. Desde gasa hasta kevlar para los chalecos antibalas. Todo», explica.

En este tiempo optó por especializarse dentro de algunos límites. «Para ser más competitivos, los tejidos colombianos debían mantenerse atados a la cadena del algodón, la fibra disponible en el país», señala. Por eso Colombia consolidó una fortaleza especial en índigos y driles.

Esa capacidad le permitió al país aprovechar en los últimos meses los cambios en Asia y en América. «Las cotizaciones de China hoy son 25% 30% más caras que hace un año y los precios en Brasil son 30% más altos que los que se ofrecen en Colombia», señala Adolfo Botero.

Pero además de los precios, la industria nacional tiene una ventaja de velocidad para llegar al mercado. «Para montar un pedido en China se toman ocho meses», afirma el presidente de Comertex. Eso hace que en telas de moda para temporadas o en pequeños lotes para reposición de inventarios, los colombianos, que están más cerca de Estados Unidos, sean la opción preferida de los confeccionistas.

En nichos especiales están empezando a aparecer tejidos inteligentes que son resistentes a manchas, que no se arrugan, que respiran. Incluso otros como los que produce Enka para Fabricato, con fibras hechas con algunas de las 1.500 millones de botellas de PET que se desechan en el país cada año. Las telas reemplazan el poliéster por poliéster reciclado y se sienten iguales al tacto que las de material nuevo. La diferencia ambiental es enorme si se considera que una botella se tarda cien años en degradarse.

Lo que falta
Por supuesto, todavía hay problemas. José Fernando Restrepo, director de Investigaciones Económicas de Interbolsa, considera que hace falta una profunda modernización de los equipos de la industria. A pesar de que se haya avanzado en ese tema, algunos de los telares o de las máquinas de hilar tienen tecnología de los sesenta, sostiene.

Adolfo Botero está de acuerdo con la necesidad de modernización. Propone que el gobierno ayude con créditos en condiciones especiales de tasas de interés y plazos.
Por su parte, Álvaro Hincapié, presidente de Enka, señala que el sector necesita con gran urgencia que toda la cadena, desde los algodoneros hasta los confeccionistas pasando por los hilanderos y los tejedores, trabaje como equipo.

En una parte de esa especie de desunión en la cadena coincide Paula Trujillo. Dice que el problema de la industria textil está en la innovación, y que innovar, una tarea que requiere planeación y constancia, debería contar con la presencia de la universidad. Para la ejecutiva, la academia está de espaldas al sector productivo.

De una parte, en materia de consultoría, sugiere que las universidades deberían cambiar su ritmo de producción a otro más ágil, más cercano a las necesidades de las empresas. De otra parte, sostiene que deben hacer una revisión a fondo de lo que enseñan para que haya más profundidad conceptual . «Colombia no necesita formar muchos más cortadores y patronistas», opina. Considera que a la moda colombiana le hace falta aprovechar mejor lo que produce la industria creativa nacional en arquitectura, arte y gastronomía. La preparación universitaria debería ayudar a que eso ocurra. «Para que los diseñadores puedan encontrar lo que somos», concluye.

Pero hay más problemas. Álvaro Hincapié estima que la competencia ilegal por el lavado de activos es uno de los problemas más serios que tiene el sector. Dice que ha encontrado casos en los que el precio de productos chinos vendidos en Colombia es la mitad de lo que cuesta ponerlos en cualquier puerto americano. Considera que el gobierno y el Congreso le ayudarían mucho al sector si aumentaran las penas por el lavado de activos.

En todo caso, lo que sí parece cierto, es que llegó la hora de cosechar. Una parte del cambio ya se hizo, sobre todo, el de enfoque de la industria. Quedan cosas por hacer, sin duda, pero al menos ya parece que los textileros dejaron de estar entre los que lloran frente a los desastres financieros. Ahora fabrican pañuelos.

Fuente: www.dinero.com

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